La periostitis tibial es una lesión típica del corredor, consiste en la inflamación del periostio o membrana que recubre el hueso de la tibia. Se suele producir sobre todo en épocas en las que los corredores aumentan el volumen del entrenamiento, así, tanto impacto del pie contra el suelo hace que los músculos tibiales traccionen continuamente sobre su inserción ósea, creándose una vibración constante que hace que el periostio acabe por inflamarse.
Aunque en algunos corredores esta lesión aparece por una deficiente técnica, en la mayor parte de los casos se corresponde con la inadaptación del periostio y músculo a un alto volumen de entrenamiento. Aunque existen periostitis tibial anterior y posterior, la anterior suele ser la más común, localizándose un dolor agudo en el tercio inferior de la tibia, que a veces puede llegar incluso hasta la rodilla.
CAUSAS
Las causas principales de la inflamación del periostio o cualquiera de las patologías que provocan este dolor típico en los corredores son un esfuerzo excesivo durante un largo período de tiempo, un cambio brusco en el entrenamiento, cambios de terreno o problemas con el calzado.
Los excesivos impactos del pie con el suelo causan vibraciones, estas vibraciones unidas a las tracciones de la musculatura rígida en su inserción y los apoyos incorrectos provocan traumatismos repetidos sobre la cara anterior de la tibia, sobre su periostio, y esto favorece la aparición de la periostitis. Otra causa puede ser la excesiva rotación de la cadera, lo que provoque una torsión tibial externa aumentada con un pie hiperpronado o con excesiva eversión del talón, valgo del retropié.
Estos factores aislados o unidos pueden provocar, además, una sobrecarga de los músculos de la pantorrilla, principalmente el tibial posterior.
TRATAMIENTO
Lo primero que se debe tratar es esta sobrecarga de la musculatura que suele ir asociada o en ocasiones, incluso, es la causante del dolor. Eliminar el factor desencadenante del problema debe ser prioritario; como sería corregir el mal apoyo del pie mediante un análisis mecánico de la pisada para definir la necesidad del uso de plantillas, disminuir la carga de entrenamiento, cambiar de calzado o cambiar el terreno por el que se entrene.
En el tratamiento fisioterápico clásico se ha destacado, además del reposo y medidas analgésicas y antiinflamatorias, el uso de la crioterapia o hielo, iontoforesis antiinflamatoria y ultrasonidos con un gel en período crónico o subagudo, láser, correcciones ortopédicas y reanudación de la actividad de forma progresiva y controlada.
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